Hoja en Blanco

domingo, 5 de septiembre de 2010

Voló frente a mí y se posó sobre el escritorio. Estaba blanca, sin marcas, sin tinturas, sin nada más que una línea gris en el borde que enmarcarían las palabras que ahí serían escritas.

¿Por qué la hoja en blanco no consiguió otro dueño y se detuvo frente a mis ojos?.

Esa es una pregunta que me haría una y mil veces mientras la hoja se mantenía ahí, quieta, expectante, suplicante por ser llenada con palabras, frases, hermosas ideas de una mente que comenzaba- otra vez- a ver la luz del sol.

Mi mano tomó el lápiz y se detuvo a un milimetro de la hoja. Por mi frente bajaba una gota de sudor, y mis ojos cerrados buscaban esa concentración magnámina de un escritor cuando debe encontrar la primera palabra.

(Ese es un enorme secreto, pero la primera palabra es la que definirá si lo que se escribe es una obra maestra, o mas bien algo insulso que se escribió para olvidarse. Otra frase más que no quedará en la memoria colectiva y que será botada en la basura junto a las sobras de comidas, el papel higénico y las boletas de aquellas cosas sin importancias que deben desecharse.)

Pero por más que indagué en cada recoveco de los recuerdos, de las ideas, de las memorias de un millón de historias que quería contar, no pude hallar esa palabra: LA PALABRA, que cambiaría mi vida para siempre y me haría una escritora consolidada.

Sin embargo, cuando ya me había rendido y había dejado una vez más el lápiz en el escritorio y la hoja blanca tan inmaculada como hace unas horas atrás, una chispa de luz iluminó mi mente. Me imaginé unos ojos que no conocía, sentí un susurro helado correr por mi cuello, percibí unas manos que no eran las mías que relajaba los músculos de mi sien.

Y ahí estaba.
Era ahí.
La Inspiración de una nueva vida.
Tú.


Entonces tomé el lápiz y escribí:

"Pensé que jamás te encontraría..."



L.E

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta. Por que es puro.