Traicióname

jueves, 4 de marzo de 2010




Me era más difícil diferenciar el color de sus ojos cuando la noche se acentuaba. Las cortinas cerradas no permitían dejar entrar la luz de las estrellas y su cabello oscuro, cual hoyo negro espacial, manchaba lo blanco de la almohada donde su cabeza se apoyaba.

Mi dedo recorrió su perfil, la curvatura de su nariz, la suave piel de sus labios y el rugoso tacto de los vellos que se asomaban en su barbilla. Dormido se veía tan tierno que me sentía ultrajando su cuerpo cada vez que lo besaba; Cuando lo que de verdad corrompía era su alma… con mordidas, con alientos, con promesas falsas.

Sentía que su corazón latía cuando apoyaba su mano sobre mi pecho. Sus ojos somnolientos batían las pestañas y podía percibir como su alma era mía, como todo su ser me pertenecía con sólo un gesto de cariño.

¿Y qué importaba entonces que mi espíritu estuviese maldito?. Si nuestros cuerpos se rozaban su energía me envolvía. ¿Por qué me preocupaba entonces de sus sentimientos? Si nunca nadie se había preocupado de los míos…

… ni yo misma.

Me dejé caer junto a su cuerpo y acerqué mi rostro al suyo. Su aliento golpeó mi piel y una sonrisa se dibujó en sus labios. Lentamente sentí como su brazo rodeaba mi cintura, evitando que un impulso de autonomía me hiciera saltar lejos de su lado.

Y en aquellos brazos concilié un sueño intranquilo que me hablaba de hiel y de traición. Una latente discordia que se enlazaba con mis bajos instintos. Una suave tortura a la que mi corazón comenzaba a caer sin desearlo.

Olvida sentir…

Me autoregañaba con sus labios sobre los míos, rozándolos.

Pero yo no podía olvidar.

¿Cómo olvidar algo que aún no comenzaba a conocer?.




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L.E

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