L.E: La Obra.

viernes, 12 de marzo de 2010


Es más fácil imaginar que tu vida sólo es parte de la fantasía de alguien más. De un momento a otro te das cuenta que no eres más que un personaje que vaga sobre las hojas de un libro, así como los héroes que tú solías leer y que imaginabas en tu cabeza con todas aquellas característica que el estereotipo mandaba a llamar.


Si yo fuera un personaje de libro de seguro no sería digno de admiración. En un análisis literario se me podría considerar poco empática, algo extraña y con unos pensamientos contradictorios entre el deber ser y el querer ser. Tal vez más de algún lector consideraría que estaría mejor contextualizada en una obra de época, rodeada del paisaje de Jean Austin, con caballeros galopando y bailes de salón. Pero mi autor me quiso escribir el siglo XXI, luchando con la moralidad y la libertad. Buscando la misión que llevara a un desarrollo de la historia, y completando los espacios vacíos con los personajes secundarios que rodean mi loca vida familiar.


¿Cómo sería mi narrador?. A pesar de que me agrada la primera persona por la profundidad, siempre he creído que no sé expresar de forma correcta mis ideas. Sería más fácil buscar la objetividad en un narrador omnisciente quien describa lo que sucede y lo que pienso desde un modo mucho más central. ¿Y que hay de los capítulos que dividirían mi historia?. Sería más agradable comenzar desde una edad conflictiva, algo así como los 14 años, y seguir adelante hasta encontrar un final que satisfaciere la curiosidad de aquellos morbosos lectores a los cuales les interesaría la vida de una universitaria que busca el camino de una vida que, a cada paso, tuerce sus límites.


La portada sería, en todo caso, lo más fácil de establecer. Basta el dibujo de dos enormes ojos color miel que describan un alma confundida con tantas cosas que le enseñaron y tantas otras que ella misma debió aprender. Unos ojos que griten más de sí misma de lo que podría gritar alguna vez su voz. Unos ojos que al mirar de cerca puedas notar que los colores del otoño se esconden ahí, como una fuente de tristeza que anuncia un invierno poco esperanzador. Unos ojos que brillen con el amarillo del sol, y que a pesar de la confusión de no saber qué camino tomar muestren que el camino que se siga siempre tendrá- aunque sea- algo de luz.


¿Y cómo se llama la obra ya criticada?. El autor mirará su manuscrito y morderá la punta del lápiz pensando en el nombre correcto que refleje ventas y autenticidad. Algo que limite lo cliché con un toque refrescante de juventud.


"Mirando la luz del sol: tus ojos"

Y buscando la manera de ser feliz en este mundo


L.E



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