Muriendo...

martes, 2 de marzo de 2010

Pensé que moriría mientras el suelo se tambaleaba. Mantuve mis ojos abiertos y no grité.
Tal vez el momento de mi muerte no sería tan malo.

Me había despedido de todos los que quería. Durante la tarde había hablado con mi hermano incluso, y la conversación había sido más agradable de lo común. Mi corazón se mantenía tranquilo con respecto a eso. No sentía que me faltaban cosas por hacer.

En esos minutos en los cuales mis piernas se sacudían y escuchaba como los vidrios se rompían en el departamento, pensaba en los sueños que me quedaban por cumplir.

Había entrado a estudiar donde siempre soñé.
Conocía siete países del mundo, y entre ellos una de las siete maravillas.
Tenía escrito un libro por mí.
Ya no tenía tanto miedo a querer a alguien, al menos había aprendido eso.

Quizás lo que más temía de estar sufriendo el terremoto era el saber que estaba sola. Que el edificio se caería a pedazos sobre mí, y que yo estaría abandonada entre los techos que cubrirían mi cuerpo. Pero por otro lado el estar sola significaría que nadie querido moriría conmigo...

...aunque anhelaba un abrazo antes de morir.

No lloré aún cuando el movimiento de mis piernas me hacía difícil mantenerme en pie. El espejo de mi pieza caía al suelo, y el ruido de vidrios trisándose se hacía aún más estruendoso. ¿Acaso valía la pena llorar?. Claro que no, nadie me escucharía, ni yo misma me podía escuchar.

Pero por suerte la muerte no me alcanzaría. A pesar del miedo, yo no moriría aún. Tal vez aún no llegaba mi momento.

O, como siempre he pensado, al león dentro de mí le faltaban 4 vidas por enfrentar.

Sólo 4 vidas le quedan a mi alma sobreviviente.
.
.
L.E

1 comentarios:

Raúl dijo...

yo también estaba solo esa noche, pero será por mi forma de ser, aun no siento miedo.

un abrazo desde este vapuleado coronel