Ignorante

jueves, 27 de noviembre de 2008


Me levanto. Tomo mi taza de café. Camino hacia el ordenador y reviso lo de siempre: mis mails, blogs, foros... y luego me arreglo para salir.
El sol de finales de Noviembre es un augurio del verano que se acerca.
Faldas cortas, sonrisas, amor en el aire... esa es la parte bella. Estrés, pruebas, exámenes, rojos o azules, notas que quedan archivadas en tu expediente y que te hacen ser un maldito número, una calificación en una vida que significa más que conocimientos insípidos. Porque en el mundo hay muchas cosas por saber... muchas cosas que son mucho más importantes.

El sol se torna gris, como una pincelada viciosa que hiede en el ambiente. Puedo sentir como la capa de la ignorancia vela mis ojos, los corrompe, los apaga, los obliga a sumergirse en ese vacío donde no hay nada, sólo ecos que se deben seguir... porque es eso o silencio: el peor silencio de todos, el silencio de no saber nada.

Percibo frases, palabras, ideas que debería conocer, pero que no conozco. Grandes pensadores, magnánimas mentes, ideales, diagramas, planteamientos de aquellos seres que aprendieron y dedujeron cosas que el resto, el vulgo, no fue capaz de comprender.

Y yo me quedo varada, sin entender, percibiendo como el tiempo y los conocimientos se escapan de mis manos.

Quiero saberlo todo:

¿Por qué amamos?
¿Por qué no hacerlo?
¿Cuál es el límite del saber?
¿Hay límite, acaso, en el conocimiento?
¿De qué sirven los instintos?
¿Para qué ser instintivos cuando tenemos razón?

La vida me consume tiempo, y dicho tiempo consumido no me es suficiente para salir del hoyo en el que me encuentro. Sacos de tierra me atrapan en aquel lugar sin aire, sin perfumes nuevos... donde lo original se fue a la mierda y sólo quedo con una pluma, un tintero, y una hoja de papel donde volcar aquellos conocimientos que creía que eran suficiente, pero que jamás serán más que un mínima pizca.

Mi cabello se cae a jirones, tirados por mis manos desgarradas en la oscuridad suprema a la que me ha llevado la ignorancia…

Temo ser mediocre.

La muerte, la debilidad y el fracaso son mis grandes temores.

No quiero fallar… no quiero terminar en esa tumba que yo misma me he cavado. Porque creía que bastaba con un simple título, cuando la verdad se alza sobre todo diploma…

Deseo alcanzar la luz del cielo.

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