Confusión.

martes, 4 de noviembre de 2008


Mi mente es como una alerta que siempre llama mi atención en los momentos más inoportunos. Es una vieja curiosa que me da palmaditas en las mejillas y me advierte que no haga ciertas cosas que, de verdad, no deseo hacer, pero que debería hacerlas para experimentar un poco.

De ser sinceros debo confesar que soy demasiado ingenua e idealista para mi propio bien, siempre intento ver el vaso más lleno que vacío... y creo fervientemente en muchas cosas que se han sabido desmentidas a lo largo de la vida, tal como lo podría ser el amor a primera vista... o tan solo el amor.

Si me prguntaran qué deseo que sea de mí en veinte años más seguramente mi respuesta sería de lo más secilla: deseo la felicidad. La pregunta compleja entonces sería: ¿qué es la felicidad?...

...y ahí comienzan mis aneurismas.

Quiero amar porque sé que el amor es el sentimiento más maravilloso del mundo. Si hay algo que mueve montañas, que logra lo más increíble, que es capaz de sacar lo mejor (y lo peor, lo acepto) de las personas es este sentimiento sin el cual nuestro respirar sería demasiado monótono. Deseo amar porque tengo muchísimo cariño que entregar, el problema está en encontrar la persona adecuada para dar dicho cariño.

También quiero sentirme plena, conmigo, con mi alrededor. Soy una persona independiente por naturaleza, y es por eso que necesito comprenderme a mí antes de entender a los demás... por suerte he aprendido a quererme con los años, o mejor dicho, a aceptarme como tal.

Pero las inseguridades son como una ola de malos presentimientos que a veces me acechan. Me niego a creer que soy lo suficientemente buena para que alguien me acepte tal cual, sin necesidad de hacer cambios en mí que muten mi personalidad. Y es por eso que me quedo a la retaguardia sin cruzar el río.

Ok. Soy un enredo.


A pesar de que mi pensar es poco claro, les puedo decir que mi plan trazado sí lo es. Mi racionalidad es tan extrema que medito mucho antes de actuar, y cuando no lo hago siempre termino arrepintiéndome... siempre termino sintiendo como la conciencia pesa sobre mí como una pena de muerte irrefutable.

Entonces aquí me tienen: una mujer- más niña que adulta muchas veces- que se complica porque debe hacerlo, aunque suele ser relajada. Que sonríe porque es feliz, y que le teme al fracaso más que a nada en el mundo. Que cree que el proponerse algo es el primer paso a lograrlo, y que sólo deseando ser feliz lograremos serlo.


Dani.

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