Nota 7

miércoles, 17 de agosto de 2011

Quiero respirar con calma, pero me cuesta. Es difícil aparentar una vivencia normal cuando sólo deseas desaparecer. Cerrar los ojos, tragar una bocanada de aire, y hacerse humo entre la lluvia del invierno y las nubes grises que cubren este frío día de Agosto en la Capital.

¿Quién dijo que los torbellinos sólo nacen del viento? A veces no es así, pues hay algunos que desordenan de forma susurrante, sutil, sin llamar la atención, pero desmoronándolo todo con su paso.

Me entierro mis propias uñas en las palmas de mis manos y quiero sentir dolor, un dolor tan intenso que me haga gritar como hace tiempo no grito. Pero ni el calor de la sangre corriendo por mis manos hace que el dolor se apodere de mi cabeza.

Es como si ya no sintiera, ni por mí ni por nadie. Como si intentara ocultar la angustia en espejismos de felicidad. Buscar la esperanza en un camino eriazo, donde la tierra se extiende hasta donde alcanzan a ver mis ojos. Pero al fin y al cabo sé que todo esto no es más que miedo, un miedo profundo que rasguña mis entrañas y se cuela en mi cabeza. Uno de esos miedos que parecen una pesadilla constante, amenazando con paralizarme y dejarme estática, sin poder hacer nada al ver el suelo resquebrajarse a mis pies. Ni gritar, ni llorar, si sentir más que terror y un sudor frío correr por mi espalda.

Lo admito. Tengo mucho más miedo del que puedo mostrar... pero no puedo hacer nada al respecto.

Sólo sigo intentando respirar una vez más.

L.E


0 comentarios: