Un Nada...

martes, 2 de junio de 2009


No había nada más desconcertante que su mirada siempre intranquila, como la de un loco que sueña despierto con incendios bestiales y muertes abruptas. Se pasaba su mano por su cabello negro, tan oscuro como la noche sin luna, caminando a paso lento por las calles no recorridas de la parte vieja de la ciudad. Una a una desparecían las monedas de su bolsillo mientras las dejaba regadas en el suelo. Una a una desperdiciaba la riqueza que tan poco le había costado conseguir.

Ya no le importaba el oro, las joyas, las risas superficiales de muchachas tontas que lo ostigaban. Ya no deseaba disfrutar de sexo pagado ni de besos robados después de diez mil pesos dejados mal puestos en un sostén. Sólo quería una realidad tangible que se deshiciera entre sus dedos. Necesitaba sentir que la vida era más que metas de poder y de autoridad. No creía que el cielo sólo guardara lugar para aquellos que pagaban su diezmo. De hecho, no creía que existiera cielo alguno.

Sus ropas de sastre y sus zapatos lustrosos lo mostraban como un extraño de esas callejuelas sucias y putrefactas. ¿Qué hacía un hombre como él botando dinero como si se creyera el Rey Midas?. ¿Quién se creía él para dejar el sudor del trabajo olvidado entre alcantarillas y escrementos de gatos?

Pero él no se creía nadie, y era ahí donde recaía el problema. Porque él no era más que un hombre que había tenido suerte en todo lo que se había propuesto.

Nacido en cuna de oro, de una familia conservadora y moral, había saltado a hacerse cargo de una compañía que exportaba textiles hacia los países más pobres de América. Luego de eso se había aprovechado de sus conocimientos y había hecho contactos con diplomáticos, empresarios, políticos y grandes conocedores de la evasión de impuestos que lo habían ayudado a situarse como uno de los hombres más ricos del país, dueño de gran parte de los terrenos despoblados del sur, e imagen de una multinacional que cada día aumentaba más puntos en la Bolsa.

Y eso ya no le bastaba.

Sin salir con más que su camisa blanca, sus calcetines de hilo y su bufanda gris que lo protegía del frío, decidió dejar atrás su vida de lujos, su esposa joven y hermosa, su hijo pequeño que dudaba que fuera de él y su fiel labrador que extrañaría como nada durante sus días de soledad. Había decidido irse porque estaba estancado en una vida donde no habían más caminos que se diferenciaran de ganar más, trabajar más, mantener con aún más férrea fuerza la estabilidad que había conseguido. Porque la vida sólo se trata de trabajar para conseguirlo todo... pero cuando todo ya es parte de ti sólo quieres recordar qué se siente ser nada.


Un nada olvidado entre calles estrechas, edificios grises y llovizna otoñal que cubre tus hombros anchos. Un nada que deja tras de sí el sueño del pibe, del arrivista y del ambicioso.


Un nada que busca volver a vivir cuando su mirada de loco- intranquila y brillante- se posa en las caderas de una muchacha gruesa de bajo pueblo. Un nada que después de una sonrisa siente que su corazón parece latir bajo su terno armani y su camisa de sastre. Porque aún alguien le sonríe al verle pasar, y en esa sonrisa no está la anticipada gloria de una batalla ganada.


Desde ahora todo es incertidumbre


1 comentarios:

C. dijo...

me encantoó!! felicitaciones, amé los primero párrafos, la dfescripción te juro que se me hizo vívida!
te felicito amiga!! sigue así, sabes que tienes todo mi apoyo ;)