Repeticiones

lunes, 25 de marzo de 2013

Muchos ya han dicho que la historia es cíclica.
Curiosamente lo leí en el diario ayer, en una columna política. Hoy, aunque de política nada, puedo decir que sí, la historia es del todo cíclica.
Hace ya dieciséis años que la primera escapada trajo consigo un cambio total de vida. Una llamada telefónica y una huida, veloz y extraña, hoy incluso me parece algo brumosa. Escapar, el escapismo en sí es parte de mis genes. Mi abuelo se autodefinió como un escapista, y la sangre siempre tira, como dicen por ahí.
Ver llorar a la persona que más amas y saber que tus palabras escaparán de sus oídos como aire no es fácil. Pero más difícil es saber que tus palabras dan igual, porque a veces no se necesitan palabras sino actos con soluciones. ¿Cómo actuar? Aconsejar cuando tú no haz vivido más que una fantasía disfrazada no da crédito a lo que digas ni a lo que hagas. Es ahogarse en palabras sin utilidad práctica. A veces es mejor no hablar siquiera.
Hace ya dieciséis años atrás la decisión fue tomada de forma repentina. Como un salto al vacío, con los brazos estirados en el cielo esperando que algo fuera a sujetarnos al caer. Quien nos ayudó en esa entonces hoy no existe. Desapareció, como el suspiro en el cual se transforman las almas cuando el cuerpo ha muerto. Y hoy, sin él resguardando, no sé con qué seguridad podemos dar el salto. Aunque soy más fuerte, más grande, más consciente y por ello conozco con mayor definición los peligros de saltar, también soy más miedosa, quizás porque tengo mucho más que perder de lo que antes tenía.
Pero no. No hay que tener miedo. Hoy ya no, porque hoy sé quien me acompaña.

A enfrentar lo que se venga. Sí, y siempre con una sonrisa en la cara.

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